Tras nuestro desayuno, nos ponemos en marcha. Hoy volvemos a
la zona de los museos de South Kensington, esta vez para visitar el Science
Museum. Puedes visitarlo virtualmente en este enlace,
para hacerte una idea de lo que encontrarás allí.
Tomamos los mismos transportes que el día anterior, hasta la estación de South Kensington, y esta
vez abandonamos el subsuelo por la salida correspondiente a este museo.
Nuevamente entrada gratuita y sin colas a esta primera hora
de la mañana. Comenzamos la visita por la planta 0, que es la más espectacular. Puedes clicar aquí para entrar en la web del museo y ver todo lo que encontrarás en él.
Atravesamos primero una sección dedicada a las primeras
máquinas de vapor, las primeras locomotoras, los primeros coches, el primer
teléfono.
Tanto niños como mayores disfrutamos ampliamente con todos
los inventos que allí se exponen, como la rueda más grande del mundo.
Nos sorprende en particular la cápsula con la que el hombre
descendió por primera vez a la luna (en ningún lugar ponía si era una reproducción o el
original), y la sección de cohetes, satélites y otros ingenios aeroespaciales.
Los niños se colocan unos guantes de astronauta, mientras
los mayores descubrimos cómo se encuentran expuestos como 'reliquias' ciertos
objetos de nuestro uso habitual no hace tanto tiempo: los primeros teléfonos
móviles, las máquinas de escribir, los radio-casetes, las primeras calculadoras
de bolsillo...
Ésta fue la planta que más nos gustó de todo el museo, la
más espectacular, y la de mayor calidad del material expuesto, bajo nuestro
punto de vista, por lo que no os preocupéis porque destinéis mucho tiempo a
ella, ya que probablemente en las siguientes plantas os detendréis menos.
Subimos a la primera planta, donde los niños estuvieron
divirtiéndose un buen rato con varios terminales informáticos que trataban
distintos aspectos del medio ambiente (todos en inglés como único idioma).
En la segunda planta, más de lo mismo. Un montón de
artilugios con botones, de complicada interpretación para los adultos, y algo
menos para los niños, ya que no contemplan la posibilidad de operar en otros
idiomas.
Seguimos subiendo, y atravesamos un pasillo que nos lleva a
la exposición sobre los distintos ingenios voladores ideados por el hombre,
todos a tamaño real.
Encontramos diversos proyectos de alas mecánicas que no
debieron acabar nada bien para sus inventores, algunas secciones de aviones
actuales, y avionetas de distintas épocas.
Bajamos un piso, para visitar las secciones de los
descubrimientos matemáticos y de materiales, con los niños mostrando ya ciertos
indicios de desatención. Aquí podemos enseñarles cómo fueron las primeras
calculadoras y los primeros ordenadores, así como una exposición de relojes de
todas las épocas.
Atravesamos de forma fugaz una sección dedicada a los
materiales y otra en la que exhiben antiguas maquinarias agrícolas, y llegamos nuevamente a la planta baja, donde nos encontramos,
antes de salir del museo, con una réplica de péndulo de Foucault, que nos sirve
para recordar con los niños el movimiento de nuestro planeta en el espacio.
Salimos a la calle, y nos dirigimos nuevamente a la estación
de metro. Esta vez recorremos el camino por la superficie: un paseo más
agradable que el que realizamos en la ida bajo tierra, dejando a un lado el
magnífico edificio que alberga el museo de artes decorativas, el Victoria and Albert Museum. Un museo que
podéis visitar en este enlace, y que dejamos
para el siguiente viaje a Londres.
Nos dirigimos en metro hasta la estación de Notting Hill Gate, pues la
idea para pasar la tarde era visitar el famoso mercadillo de Portobello,
situado en el barrio de Notting Hill.
Lo primero que hicimos al salir de la estación de metro,
dada la hora que era, fue buscar un sitio para comer, antes de internarnos en
el mercadillo.
Encontramos un típico pub inglés, el Prince Albert, donde decidimos que ya era hora de probar las auténticas fish and chips. Tras
unos pequeños problemas de entendimiento con los camareros, al cabo de un rato
teníamos en la mesa este típico plato inglés.
Nos comimos una deliciosas fish and chips, muy sabrosas,
aunque de dudoso equilibrio dietético, y nos dispusimos a recorrer el famoso
mercado. Nos dimos cuenta de que habíamos escogido una buena hora, ya que había bastante gente, pero se podían ver los puestos sin agobios, lo cual es de agradecer
cuando viajas con niños.
A diferencia de los mercados españoles, la mayor parte de
los puestos los instalan las propias tiendas situadas en ambos lados de la
calle, que exponen sus distintos artículos en los tenderetes que colocan
delante de las mismas.
Hay numerosos objetivos curiosos, antigüedades, algo de
ropa, comida, etc.
Aunque el verdadero encanto radica en las propias
edificaciones del barrio. Se trata del típico barrio estilo inglés, con casas de dos pisos, parterre de entrada, escaleras hasta la puerta, y bicicletas atadas a la verja. Aunque también es cierto que esto lo puedes encontrar en casi todos los barrios del gran Londres.
Dimos por concluida nuestra visita al mercadillo tras
recorrerlo en dirección sur-norte, y decidimos regresar al centro de la ciudad,
con algunas bolsas en nuestra manos.
Para ello atravesamos Blenheim Crescent, una calle con
varias librerías temáticas, y fuimos hasta la estación de Ladbroke Grove.
Nos bajamos (o más bien subimos) en Piccadilly, con la intención de cenar por la
zona. Pero a diferencia del jueves cuando llegamos, el centro estaba completamente
lleno de gente.
Turistas y londinenses se agolpaban en los bares y pubs del
centro: Picadilly, Covent Garden, Leicester Square, etc, aprovechando la
bonanza del tiempo durante todos estos días.
Tras dar una vuelta por todo el centro, y ante la
imposibilidad de sentarnos con los niños en ninguna parte, decidimos cenar en
el hotel.
Regresamos al hotel, donde disfrutamos de una
estupenda cena, a precios más asequibles incluso que los que habíamos
encontrado en la mayor parte de establecimientos de Londres.
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