Estamos todos ilusionados, niños y mayores, por la visita de
hoy. Nos acercaremos al British Museum, a empaparnos un poco de la historia del
mundo.
Nuevamente utilizaremos la línea negra y el enlace con la
azul, para llegar a la estación de la plaza de Russell Square. Se trata de una
de las innumerables plazoletas encantadoras del viejo Londres.
La atravesamos en diagonal para dirigirnos a la entrada
principal del British Museum. Lo cierto es que si llegáis por este camino, no
hay indicadores claros de por dónde está la entrada al edificio, pero al final
dimos con ella. Se encuentra en Great Russell Street.
Atravesamos el maravilloso patio de entrada, pasamos el
control de seguridad, nuevamente sin hacer cola alguna, y accedemos al
magnífico patio interior del museo. Otra obra de Norman Foster.
Aquí buscamos los puntos de alquiler de audioguías, con el
fin de que los pequeños aprovechasen mejor la visita. Una vez adquiridos, nos
encaminamos al ala oeste, y nos adentramos en el magnífico mundo egipcio.
Lo primero con lo que te encuentras es con la piedra Rosetta, que estaba completamente rodeada de gente, y a la que era muy difícil acercarse, cuanto más tomar una foto.
Seguimos por la inmensa sala, y lo siguiente que nos llama la atención es la impresionante estatua
de Ramses II. Admiramos también los sarcófagos con
jeroglíficos, y las estatuas de animales-dioses hacen furor entre los pequeños
(aves, escarabajos, etc.).
Sin detenernos excesivamente, ya que queremos hacer un
recorrido bastante completo en un par de horas, pasamos a la zona de las
civilizaciones del Oriente Medio.
Destacan los impresionantes leones asirios de la entrada,
así como todos los frisos expuestos, y las tablillas con escritura cuneiforme,
que sorprendieron a los chicos.
De aquí pasamos al mundo heleno. Un pequeño templo griego
nos espera en la siguiente sala. Nos hacemos unas fotos, y al rodearlo nos
encontramos con unas cariátides. A los niños les hace gracia la idea de ver
unas columnas con forma de estatuas.
Aquí buscamos la subida al primer piso, donde nos
encontramos con una sección dedicada también al mundo egipcio. A todos nos encantó
ver las distintas momias y sarcófagos expuestos.
También vimos la impresionante momia del hombre de Lindow, un hombre que quedó sepultado en las arenas del
desierto hace unos 2000 años, y en un estado de conservación asombroso.
Seguimos visitando las salas correspondientes al mundo celta, y a la
Edad Media, donde encontramos expuesto el juego de ajedrez más antiguo que se
conserva en el mundo.
Atravesamos la sección dedicada a Grecia, con las típicas
vasijas de color tierra y negro, en las que se representan distintas escenas
cotidianas, que gustaron a los pequeños.
Llegamos a la sección dedicada al mundo romano y etrusco.
Estatuas, monedas, jarrones y otros enseres de la vida diaria componen esta
sección, quizás menos vistosa que otras para los pequeños visitantes.
Aquí comenzamos a ir más rápidos, porque los niños ya están
empezando a perder el interés, incluso con las explicaciones de las audioguías.
No obstante, encontramos otro punto interesante en las civilizaciones
mesopotámicas: restos hititas, tablillas babilónicas con narraciones del diluvio universal, antiguos juegos de mesas, más escritos cuneiformes...
Bajamos al piso inferior, y concluimos nuestra visita con un
breve paso por el tesoro de Oxus, y por la sala
donde exponen un moai de la Isla de Pascua, y salimos al exterior. A pesar del
cansancio, todos nosotros, mayores y pequeños, concluimos que ha sido el museo
que más nos ha gustado de todos los visitados.
Era hora del almuerzo, así que buscamos un restaurante
próximo al museo. Los niños tenían mucha hambre, y entre todos los establecimientos que vimos, acabamos eligiendo un restaurante oriental, de cuyo nombre no queremos
acordarnos, en New Oxford Street.
La tarde la íbamos a pasar en el centro más turístico de
Londres, que ya habíamos visto de forma fugaz la primera noche de estancia. Así
que comenzamos a bajar por Earnshow Street.
Pasamos por la calle Denmark Street,
famosa por sus tiendas de instrumentos musicales.
Seguimos hasta Charing Cross Street, donde
en una esquina nos encontramos con la librería Foyles Bookshop. Una tienda de varios pisos, absolutamente extraordinaria.
Recorrimos solo la primera planta, y los niños eligieron
varios libros en inglés para leer en casa, al regreso del viaje.
En la calle peatonal de Gerrard Street,
centro del barrio, casi todo eran restaurantes. Algunos de ellos exponían sus
productos en el escaparate.
No obstante, y aunque nos hicimos algunas fotos en esta
calle, nos pareció más ‘auténtica’ la calle paralela de Lisle Street.
De ahí nos dirigimos a Seven Dials, y hoy sí, conseguimos
ver las 7 esferas del reloj.
Proseguimos por la calle Shorts Gardens en busca de Neal’s Yard.
Encontramos el acceso al mismo a través de un callejón. Realmente se trata de un sitio encantador.
Puedes ver un reportaje más extenso de este bello lugar en este enlace.
Visitamos algunas tiendas naturistas de la plaza, y
regresamos por Neal Street hasta Covent Garden. Se trata
de un barrio de tiendas exclusivas, aunque dada la hora que era ya casi ninguna
estaba abierta al público.
En esta ocasión había numerosos artistas actuando en Covent Garden, así que pasamos un buen rato en la plaza.
Estuvimos admirando las distintas actuaciones, todas ellas
de gran calidad: unos equilibristas, una cantante, un músico oriental que tocaba un extraño instrumento...
Hoy había mucha más animación que el primer día. Y también
había más actuaciones. Día a día, conforme avanzaba el mes de julio, veíamos
que la ciudad se iba llenando de más turistas.
Encontramos sitio en una de las terrazas, y nos tomamos unas cervezas (refrescos en el caso de los niños), disfrutando del ambiente multicolor de la plaza.
Nos pusimos nuevamente en marcha, recorriendo la zona de Leicester Square y las calles peatonales adyacentes.
Buscábamos un sitio para cenar. A niños y mayores nos había entrado hambre con el paseo, así que en King Street compramos unos muffins deliciosos. No dejéis de probarlos. Y aseguraos de tener el suficiente hambre para coméroslos, ya que son bastante grandes y nutritivos.
El centro estaba lleno de
gente, y era difícil encontrar un sitio donde cenar. Quizás en estos casos lo
mejor es regresar cerca del hotel y buscar un sitio por allí, como así hicimos.
Saciamos el poco hambre que teníamos tras haber merendado los muffins, y dimos por concluido el día, regresando al hotel.
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