Íbamos a comenzar nuestro último día completo en Londres. En
este caso, el planning era ir por la mañana a Greenwich, y pasar la tarde por
el centro para comprar algunos regalos.
Nuevamente cogimos a línea de metro Northern, aunque esta
vez en dirección sur. En la estación de metro de Bank cambiamos de
línea, y nos montamos en un tren de cercanías DLR (Docklands Light Railway) en dirección a Lewisham, que nos llevaría
directos hasta Greenwich, sin salirnos de la zona 2 de los transportes de Londres.
Gran parte del recorrido de esta línea de este tren de cercanías sin conductor lo hace por encima de
la superficie, lo cual agradecemos, ya que nos permite admirar todos los
imponentes edificios de la zona supermoderna de Canary Wharf.
Además, podemos incluso atisbar la cúpula del O2, a través
de los edificios.
Cruzamos el río Támesis por debajo del agua, y llegamos a la
estación de metro de Cutty Sark. Al salir de la estación, nos encontramos sumergidos en un barrio absolutamente encantador.
Recorremos una pequeña calle, y nos topamos de frente como
el fantástico barco Cutty Sark. Nos hacemos unas fotos delante de este barco, que ganó una regata para barcos ligeros desde la India, y
dejamos la posible visita del mismo para después, si nos da tiempo y si los
niños no están demasiado cansados.
Abandonamos la plaza donde está situado este barco, y nos
dirigimos hacia el nacional Maritime Museum, atravesando los bonitos parterres
de este parque de Greenwich.
Dejamos a un lado el museo de la Queen's House,
un palacio real construido para la reina, que nunca habitó y que jamás fue residencia real.
Podéis echar un vistazo a la web del mismo en este enlace,
por si os interesa verlo.
Llegamos al National Maritime Museum, cuya web puedes
visitar en este enlace. Una nueva entrada
gratuita y sin colas, y accedemos al patio principal. Si bien es cierto que había
una exposición temporal que sí costaba dinero, entendimos que no tendríamos
tiempo de visitarla.
Una vez en el interior, comenzamos visitando las
exposiciones de los descubridores británicos. También vimos la sección dedicada
a los barcos de guerra. Llegamos a un punto en el que no sabíamos por dónde
tirar, así que nos dejamos guiar por las amabilísimas explicaciones de una
empleada del museo.
Así pudimos llegar hasta el primer piso, donde había una exposición de maquetas de navíos de distintas épocas, y una sala con actividades para niños, con las que se lo pasaron bastante bien.
Nos encaminamos a la sección más interesante para ellos del museo, la sala de navegación, donde podías conducir virtualmente un barco. Pues bien, por problemas informáticos estaba cerrada, por lo que concluimos antes de tiempo la visita al museo, un poco decepcionados.
Ahora íbamos a subir colina arriba camino del observatorio astronómico. Conforme íbamos ascendiendo, se veían unas vistas de Greenwich y de la otra orilla del río francamente preciosas.
El observatorio real (Royal Observatory) se podía visitar, previo pago. Dado que nos
resultó un poco caro, y que el mayor atractivo de la visita parecía consistir
en poder hacerse una foto en la línea que marca por dónde pasa el meridiano de
Greenwich (pronúnciese grinich), desistimos de entrar. No obstante, si estás
especialmente interesado en la visita, puedes ver nuestro enlace.
Además, la verdadera expectación estaba fuera del recinto.
Eran cerca de las 13:00 horas, y se había congregado una multitud de gente para
presenciar el espectáculo de cómo cae la bola que señala las horas en punto.
Se trata de un práctica antigua, que servía para que los
barcos que navegaban por el Támesis supiesen la hora exacta. Incluso había
quien se sacaba un dinero poniendo al día su reloj en Greenwich, y yendo hasta
el centro de Londres para venderles la ‘hora exacta’ a los gentlemen de la
City.
Una vez que bajó la bola, y habiendo comprobado la exactitud
de nuestros relojes, nos encaminamos hacia una de las dependencias del Observatorio de Greenwich, de entrada gratuita, cerca del Planetario de Peter Harrison.
Entramos en él y nos sumergimos en una
habitación oscura, donde se exhiben una serie de experimentos de Física. Nos
detenemos en los más atractivos para los niños, como en el que se determina si
una estrella tiene planetas o no, y salimos de la pequeña exhibición, no sin
antes tocar el meteorito de la entrada, que pasa por ser la roca más antigua
que podrás tocar jamás en la Tierra.
Regresamos por la avenida de Blackheath,
que finaliza en la estatua del general James Wolfe, y ahora todo
era ya camino de bajada, lo cual agradecimos tanto pequeños como adultos.
Teníamos hambre, y al
ver un típico pub inglés donde servían comidas, entramos en él sin pensárnoslo
demasiado.
Como suele suceder en estos casos, acertamos plenamente con la elección, ya que comimos
fenomenal. Una vez concluida la comida, bajamos por la calle hasta dar
nuevamente con el Cutty Sark.
Le dimos la vuelta entera, ya que se nos hacía un poco tarde
para regresar al centro, viendo su casco a través
de la cristalera, y fuimos hacia el embarcadero. Puedes entrar en la web del museo, por si te interesa visitarlo.
Fuimos hasta el embarcadero, adquirimos los tickets para el viaje en ferry, con un
descuento gracias a la tarjeta Oyster, y esperamos en el muelle a que llegase
el barco.
Este tardó unos 10 minutos en llegar. Suelen pasar con una frecuencia de unos 20 minutos, si bien depende del embarcadero y de la ruta que vayáis a coger. Podéis consultar los horarios y precios en enlace al transporte fluvial
Hicimos un paseo espléndido por el Támesis durante una media
hora, con recorrido parecido al de hace 2 días, pero más despacio, por lo que
tuvimos más tiempo para admirar los distintos monumentos que se asoman al río.
Tras hacer parada en varios embarcaderos, llegamos a Embankment Pier, que es donde nos íbamos a apear.
Nos dirigimos esta vez por Northumberland Avenue,
en dirección a Trafalgar Square. Se trata de una avenida con edificios señoriales
que albergan numerosas embajadas.
Llegamos finalmente a Trafalgar Square. La animación de la
plaza nada tiene que ver con la que nos encontramos la primera tarde del viaje.
Hay gente por todas partes, haciéndose fotos, paseando, admirando los
monumentos.
Nos sentamos un rato en una de las fuentes, para admirar
todo el conjunto. De frente podemos ver toda la avenida de Whitehall, que lleva hasta el Big Ben y la abadía de Westminster.
Detrás de nosotros está la magnífica fachada de la National
Gallery, que ya ha cerrado a estas horas. Finalmente nosotros no la
visitaremos, pero nos vamos con cierta pena de no haber podido ver su extraordinaria colección. En este enlacepuedes visitar la web, por si os interesa cambiar esta visita por otra de las
propuestas.
En el centro de la plaza teníamos una altísima columna
coronada por una estatua de Lord Nelson, y flanqueada por unos enormes leones
que eran objetivo prioritario de los turistas para hacerse una foto con ellos.
En el resto de direcciones, un sinfín de hermosos edificios. Muchos de ellos albergando embajadas y organismos oficiales.
Y atrás, a la derecha, estaba la preciosa iglesia de St.
Martin in the Fields. Nos acercamos a ella, por la curiosidad de ver la
cafetería que hay en su interior, pero estaba cerrada.
Dimos una pequeña vuelta por el templo, de confesión protestante, y salimos nuevamente a la plaza.
Ahora nos dirigimos al barrio de St. James's por su calle principal Pall Mall. Se trata de
un barrio donde se concentran muchas embajadas y organismos, y por ello la
gente que puedes ver es de lo más selecta. Aún así, nos quedaríamos sin ver en
nuestra visita a Londres alguien que llevase el bombín...
Luego subimos hasta Old Street, donde nos tomamos un
estupendo chocolate calentito, y reanudamos la marcha. Pasamos por la calle de Old Bond Street, donde un sinfín de tiendas exclusivas se abrían a
uno y otro lado de la calle.
Una verdadera lástima que a estas horas ya estuviesen
cerradas... Proseguimos por la calle de Burlington Gardens, donde
nos encontramos con una tienda de ropa con unos escudos en su fachada, en los
que presumen ser proveedores oficiales de los miembros de la corona británica.
Esto lo podréis ver en varias tiendas, sobre todo de esta selecta zona.
También encontramos con una camisería a medida, donde puedes
ver desde el escaparate cómo confeccionan las prendas, y con un panel donde
indican la hora a la que está previsto que el cliente puede recoger su encargo.
Seguimos nuestro camino por Regent Street, y nos desviamos por la pequeña calleja de Heddon Street, que estaba repleta de terrazas con un
extraordinario ambiente. Y si tienes mucho calor, puedes además refrescarte en
el Ice Bar.
Desde allí anduvimos un par de manzanas hasta que llegamos a
Carnaby Street. Se trata de una calle comercial, especialmente de ropa para
gente joven, aunque puedes encontrar tiendas de todo tipo.
Aquí encontramos un estupendo almacén donde había
prácticamente de todo: ropa, muebles, y sobre todo artículos de regalo.
Adquirimos unos cuantos souvenirs para amigos y familiares, y salimos a la
calle, donde nos escoltaban dos estupendos guardias.
Nos encaminamos de nuevo a la zona de Piccadilly Circus, donde adquirimos más recuerdos en las tiendas que
rodean estas calles. Finalmente, para cenar, y ante la petición de los niños,
nos metimos en un italiano.
Era hora de ir completando la jornada, y de despedirnos de
las noches de Londres. Nada mejor para ello que la magnífica Piccadilly Circus,
con sus anuncios luminosos. Ya sólo nos quedaba una mañana para disfrutar de la
ciudad.
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